La de cualquier persona, como tú, como ellos, como ellas o como yo.

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lunes, 13 de septiembre de 2010

La tele y yo

Desde que era pequeña, la tele y yo hemos tenido una relación fructífera, permanente y muy fiel. Nadie ni nada me otorga tantos placeres y me provoca tantas emociones como la tele.

Desde que le rogamos a mi papá para que pusiéramos cable en la casa, nunca nos hemos separado y cómo decía el gran Homero (Simpson, no el de la Ilíada) no sé “cómo un cablecito tan pequeño puede traer tanta felicidad”.

Porque eso es lo que siempre me trae, pura felicidad. La variedad de programas, las series que se siguen adictamente por temporadas, la farándula gringa que es mucho más interesante que la chilena –para qué andamos con cosas–, las películas lloronas, los reality, los monitos para adultos, etc. Es una gama de colores y emociones que sólo la tele puede dar y a cambio de muy poco.

Lo mejor de mi relación con la tele es su capacidad, que nunca me ha decepcionado, de bloquear mi cerebro por las horas que son necesarias. Es increíble como la tele es el único remedio que me ha servido un 100% para distraerme de las penas y de mis problemas. Nada de ansiolíticos ni antidepresivos. No. La tele, la santa tele, ha sido mi hogar y mi escape de toda la dura realidad de la vida diaria.

Ahora bien, el problema es que cuando se acaba la película o la serie hay que volver a la realidad y enfrentar el día a día. Pero eso es temporal. Uno sabe cuando el jefe lo está retando o cuando está en una tediosa reunión, que a una hora determinada lo espera un programa o película y eso a uno le da aliento. Uno piensa: “no importa, total a las diez dan mi serie de vampiros”. Reconfortante.

Mi sicóloga de muchos años me decía que era malo ver tanta tele, porque me alejaba de la vida real y no me hacía salir de mi pieza. Yo le decía que afuera no habían muchas cosas que quería y que además me decepcionaban. Ella insistía y yo a mi vez. Al final gané yo, obvio, porque no seguí yendo a terapia. La tele fue más fuerte.

La tele no sólo entretiene. Sin la tele no hubiera aprendido a hablar inglés fluido. Nadie me lo cree pero es verdad, y mucho más barato y cómodo que ir a un instituto de idiomas. Además, uno aprende de la vida de los otros. Yo nunca he tenido ninguna relación amorosa, pero a veces me sorprendo de cuánto sé sobre las relaciones de parejas, gracias a la tele y aconsejo en base a lo que me ha enseñado. También uno aprende qué es lo que está de moda. Si bien no me puedo comprar ropa de marca, al menos, sé cuál es el color de la temporada.

Para qué decir de las películas y series. Yo no veo teleseries chilenas, porque no bajo del canal 25 de mi control remoto, salvo cuando hay noticias importantes. Así que soy una ignorante sobre quién es quién y cuando me los nombran, me quedó con cara de duda. Pero cuando me comentan de las series extranjeras, gringas o inglesas, ahí estoy yo de las primeras, no sólo recapitulando y resaltando los mejores momentos, sino también acompañando con biografías y conexiones, en fin, con la trivia.

No creo que sea snob no ver la tele chilena por las siguientes razones: me gustan ver las películas en su idioma original ¡se pierde tanto en el doblaje!; no hay ninguna comedia o serie chilena en la que me haya sentido cómoda, excepto Plan Z, el que vi religiosamente y sigo viendo gracias a You Tube; y, por último, la forma en que la tele chilena cree que nos vemos a nosotros mismos me parece que es demasiado extrema: o somos ricos, o muy pobres, o hablamos pronunciado o en coa. Al final es un tema de decisión. No soy snob ni arribista y no podría serlo aunque quisiera, porque vivo en una comuna de la periferia, no tengo trabajo y mi familia es de clase media baja.

Tele chilena o gringa, al final da lo mismo, porque sin la tele no podría tener algo que me sacara de contemplar el abismo de mi propia miseria, especialmente cuando los días se ponen fríos, negros, lluviosos o simplemente difíciles.

Como la tele es mi fiel compañera y nunca me ha dejado botada, yo también le pago con la misma moneda. Nunca he dejado botada ninguna serie o programa favorito por nadie. Pueden haber excepciones. Pero si alguna de mis amigas me llama para salir y están dando una película o serie, para la cual me he preparado física como ambientalmente (luz apagada, si hace frío en la camita, dulces al lado, cigarros, etc.), la tele sabe que no la voy a abandonar, porque salidas hay muchas, pero ese momento con la tele sólo uno.- 

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