La de cualquier persona, como tú, como ellos, como ellas o como yo.

Acá mis opiniones sobre mí, ustedes y el resto.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Lo mejor y lo peor de tener un amigo gay

Es costumbre entre las chicas “sex and the city”, esto es, las profesionales, de treinta años y que se preocupan de la ropa y demases, tener uno o más amigos gay.

Esta “moda” se ha visto expandida en el Occidente y aumentada por la película que cité y, por supuesto, por la gran serie de televisión “Will & Grace” la que, para los que no están familiarizados con ella, trataba de una mujer profesional soltera en los treinta que vivía con su mejor amigo gay, también profesional y soltero en Nueva York.

Dejando la televisión de lado y volviendo a la realidad, yo tuve un amigo gay que conocí en la Universidad. Yo presencié su “salida del clóset” cuando estaba en cuarto año, y empezó a pololear con otro de mis amigos que hasta el día de hoy jura que es heterosexual, a pesar de que se pone unos top de lycra y baila mejor que yo. Al principio, empezaron como amigos, pero pronto nos dimos cuenta en nuestro círculo que ambos actuaban como pareja: cuando íbamos al kiosco, uno de ellos compraba algo para él y para su pololo, sabiendo lo que le gustaba y sin preguntarle. Eso es típico de una relación amorosa.

La cuestión es que mi amigo, con quien yo tenía harta confianza, negaba y negaba hasta el cansancio que estaba en  una relación homosexual. Me decía: “No soy gay, pero me aprovecho”. Yo admito que me quedé para adentro. O estaba tratando de ocultar sus sentimientos verdaderos con una declaración cruel o efectivamente se aprovechaba de su pololo porque tenía más plata.

Como fuera la situación, en quinto año, mi amigo con mucha solemnidad y nerviosismo me pidió que fuera a tomar un café con él. Me declaró que era gay. Yo solté una carcajada. Mi pobre amigo se sintió pésimo, “te burlas de mí” me dijo apenado. “No”, le contesté, “nada que ver, lo que pasa es que siempre lo supe y me da risa ahora porque cuando te lo pregunté siempre lo negabas. A mí me da lo mismo qué elijas ser lo que quieras si te hace feliz. Yo te quiero igual”. Mi amigo se alivió y empezamos a conversar. Eso sí que le reproché duramente cómo había tratado a su ex – pololo, y le comenté esa infame declaración que me hizo. Me dijo que era cierto y que la había embarrado, pero que fue su primera relación homosexual y todo salió mal, pero se sentía avergonzado por eso.

Durante los años venideros mi amigo, mi mejor  amiga y yo éramos como uña y mugre. Salíamos a todos los cafés top de Lastarria y pasábamos horas hablando de nimiedades, pero nos matábamos de la risa. Él me enseñó la regla de “los tres segundos” que consiste en que cuando a uno le gusta alguien, tiene que mirarlo o mirarla durante tres segundos a los ojos y después voltear la mirada. Debo decir que esa regla me fue bastante útil para flirtear en los bares.

Ninguno de los dos teníamos secretos y no habían temas tabú. Él me contaba de sus relaciones amorosas y me aconsejaba para que yo fuera más coqueta, me sacara partido y me metiera en una relación definitivamente. Me invitaba a las discos gay, que eran de lo más entretenidas y conocí a través de él, a la gente más original y buena onda que había conocido en mi vida, como uno de sus amigos que era transvesti y que se cambiaba en el departamento de mi amigo. Entraba al baño como hombre y salía como mujer ultra producida.

Era mi mejor amiga y mi mejor amigo. Tenía lo mejor y lo peor de lo femenino y de lo masculino. Era cruel con los demás por la ropa y otras cosas superficiales, pero también era sensible con el arte y compartíamos los gustos y estilos. Siempre tenía muchas copuchas jugosísimas, porque trabajaba en la universidad. Gracias a él sabíamos quiénes eran homosexuales de nuestros compañeros y compañeras –y hasta profesores y ayudantes–, porque tenía un “gaydar” súper afinado.

Pero como tenía lo bueno y lo malo de las mujeres y de los hombres, me empezaron a caer mal sus pequeños comentarios, palos más bien, en mi contra. Yo los dejaba pasar porque eran palabras al viento y apreciaba mucho nuestra amistad, porque habíamos pasado por muchas cosas juntos.

Pero hubo una en que ya no se la pude dejar pasar y que quebró nuestra amistad. Pasó durante un matrimonio al que lo acompañé. La novia había sido de nuestra universidad y muchos de nuestros compañeritos estaban invitados y, peor aún, estaban en nuestra mesa. En esa época yo estaba pasando por uno de mis peores momentos: estaba muy gorda, mi autoestima súper baja, no tenía pega y andaba con depresión.

Como no había visto a mis compañeros después de tantos años, yo había cambiado físicamente. La verdad es que sólo me corté y me teñí el pelo. La cuestión es que ninguno de ellos me conoció.

En  un momento de la velada mi amigo se volvió hacia mí y me dijo con tono muy irónico, algo que no sé por qué, me dolió hasta el alma: “¿cachaste que nadie te conoció y eso que eras una de las primeras de nuestra generación?”. Como yo suelo tener efecto de reacción retardado, no fue sino hasta el otro día cuando me di cuenta que lo que me había dicho fue cruel. Especialmente cuando él sabía en el estado en que me encontraba.

Por tanto, hice lo peor que puede hacerse hoy gracias a la tecnología: lo eliminé de mi facebook. Ya no era mi amigo ni virtual ni realmente.

Mi mejor amiga me confió que yo había sido muy exagerada en mi reacción –bueno siempre he sido exagerada en todo – pero que entendía por qué lo había hecho y que ella tampoco lo hubiera dejado pasar.

Corté toda comunicación con él, porque cada vez que me acordaba de su estúpida frase me daba más rabia. Tanto fue lo que lo odié, que le mandé un correo electrónico para desahogarme diciéndole todo lo que tenía que decir. Fue bastante terapéutico en realidad.

Hasta el día de hoy no he logrado perdonarlo, no obstante que lo echo de menos y extraño sus comentarios ácidos que tanto me hacían reír. Sólo a través de mi amiga sé en qué anda, y él le dice siempre que lo perdone y que lo acepte como amigo en facebook. Honestamente, no sé si hacerlo, pero lo consideraré.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario